El sexo
latino del Porno
Por ARIEL TESTORI
Todo en esta cubana nacida en Nueva York era más grande
que lo normal. Su boca, sus pechos y el apetito sexual fueron desaforadamente
sensuales y sorprendentes. Admiradora de nuestra Isabel Sarli, es considerada
una reina de la historia del cine porno. Desde 1976 cuando debutó –bueno, es
una forma de decir- gozó y estremeció a John Holmes, Jamie Gillis, John Leslie
o Paul Thomas entre otros. Dueña de un clítoris hiperdesarrollado y generadora
de las fantasías más sucias y húmedas, se animó a todo. Hasta que asustada por
el avance del Sida dijo basta para dolor de los pornógrafos del mundo y se
retiró.
Cuando el cine porno irrumpió en la sociedad de EE.UU. al
inicio de los `70, los dioses de ese Olímpo del sexo eran todos blancos, rubios
y sajones. Quizás se mezclaba algún que otro negro y una que otra oriental (Mai Lin fue la más famosa de esa
época), ya sea por sus dotes corporales, el atractivo de una relación interracial
para ser aun más políticamente incorrectos, o por jugar con las fantasías
sexuales que los hombres negros y las mujeres orientales provocaron en el
hombre blanco.
Lo real era que el sexo que se consumía en esos tiempos lo
practicaban tipos como John Holmes, Harry Reems, Jamie Gillis
o John Leslie. O mujeres como la
platinada Seka, la pecosa (y
“pechocha”) Lisa DeLewee o las
anglosajonas Marilyn Chambers o Veronica Hart. Y todo funcionaba a las
mil maravillas. Sin embargo algo faltaba para que la interracialidad fuera
completa y el negocio se expandiera a nuevos mercados étnicos. El ambiente del
cine para adultos o XXX no tenía ninguna figura hispana en sus elencos.
A la maestra con cariño
Hay que remontarse al Nueva York de 1974 cuando en las discos
de Manhattan causaban sensación las “go-go dancers”, chicas con atractivos
cuerpos que bailaban solas y frenéticamente en plataformas elevadas o en jaulas
suspendidas. En ese tipo de locales una fémina de ascendencia cubana pero
nacida en Brooklyn hacía las delicias de cuanto muchacho la miraba. Es que Vanessa Del Rio captaba la atención de
cualquiera no solo por como bailaba o por su cuerpo espectacular sino por todo
lo que insinuaba en cada gesto o movimiento. Su baile y su cuerpo eran pura
dinamita y promesas de descenso a los infiernos más pecaminosos.
La carrera de esta chica no podía terminar en la oscuridad
de una discoteca. Después de sobrevivir como bailarina de espectáculos
eróticos, en 1976 (aunque algunos estudiosos del tema sitúan su inicio en el
cine XXX a mediados de 1975) debutó en el cine para adultos en un film llamado China Doll, una modesta producción de
la Costa Este por el que cobró u$s 150.- A partir de ese momento Vanessa Del Rio se propuso ocupar un
lugar importante en la industria y no pararía hasta lograrlo. Dotes no le
faltaban y voluntad y entrenamiento le sobraban.
Vanessa siempre
recuerda que uno de sus espejos en donde se miró para actuar era una actriz
argentina que había trascendido en los EE.UU. “Mi madre acostumbraba a llevarme
al cine para que aprendiera de las actrices consagradas y había una estrella
argentina, Isabel Sarli, que en
todas sus películas tocaba temas sexuales y los hombres se peleaban por ella.
Había una película en la que su marido la llevaba al ginecólogo porque era una
ninfómana y ella terminaba seduciendo al doctor. Esta mujer tuvo una gran
influencia en mi por el modo en que siempre era tan solicitada sexualmente”
recuerda entre nostálgica y con admiración la Del Rio. “Todos los hombres la ansiaban e Isabel parecía muy
poderosa gracias a su sexualidad, cuando veo algunas fotos que hice observo que
las poses recuerdan a las que adoptaba
esa mujer de tetas inmensas y cabellos oscuros en sus películas” termina confesando
a modo de tributo. Sin duda la pornostar se refiere a las películas de Isabel Sarli (Fuego, Fiebre, La Mujer de mi Padre o Intimidades de
una cualquiera) que fueron estrenadas en EE.UU. durante los `70 con gran
éxito de público en los cines de la zona de las Calles 42 y Av. Broadway.
La confesión que hace Vanessa
Del Rio sobre su “escuela” actoral y la admiración por la Sarli es cierta. Independientemente de
la exuberancia común a ambas, si se observa a Vanessa, con detenimiento, en las escenas en que está siendo
seducida o está excitada se pueden encontrar gestos y poses muy similares a los
de la Coca.
Algo entre las piernas
Encasillada en roles de sirvienta o camarera, al poco
tiempo de estar en el porno esta vampiresa latina llegó a convertirse en una
verdadera estrella del género. Es que la exuberante Vanessa Del Rio, además de su ferocidad escénica (por la que se
ganó el mote de “Vanessa Dinamita”) y su desparpajo a la hora de “tragarse” a
cualquier actor por bien dotado que este estuviese, posee un clítoris
descomunal. Se hizo una costumbre que en los prolegómenos de todas sus escenas
sexuales la actriz tuviera la costumbre de exhibir de manera ostentosa su
clítoris. Es que los 5 centímetros que
miden su apéndice sexual bien podrían haber figurado en cualquier tratado de
ginecología o el Libro Guiness de los Records. Por lo pronto los viejos
pornógrafos consideran que la ardiente Vanessa
Del Rio es a las mujeres lo que el “rey” John Holmes ( armado con 35 cms. en estado de erección) es a los
hombres.
El fantasma del Sida
Con unas 80 películas en su haber (bastante pocas si se
compara con otras actrices) pero bastante cuidadas por su calidad, Vanessa Del Rio está considerada como
la actriz más procaz y desvergonzada que dio la época dorada del porno.
Como una real y obscena mujer latina, Vanessa se hizo famosa por convertirse en una experta felatriz lo
que la ayudó a ser elegida como una de las Reinas del cine porno más querida de
todos los tiempos. Y no era una boca grande más. Su boca fue lo que la convirtió
en leyenda. Podía estar mamando a dos sementales a la vez y con sus ojos pedir
más.
Pero su talento erótico no se limitó a meterse penes en su
boca. Difícilmente se haya visto una mujer con tanta lujuria para ofrecer y
para recibir. Su desenvoltura en la
cama, acompañada de gritos y gemidos de un placer inquietante cada vez que
llegaba a un orgasmo, también marcó una época. Además, consciente de la
creciente importancia del cuidado del cuerpo en el mundo del porno, no reparó
en recurrir al fisico culturismo para adquirir una anatomía de porte atlético.
Siendo una de las primeras actrices en adquirir esa costumbre.
La aparición del SIDA fue decisiva para que Vanessa, en 1986, abandonara el mundo
del porno. Alguna vez, ya retirada, declaró “nunca más volveré a protagonizar
películas para adultos, aunque el problema del SIDA ya está más o menos
controlado, actualmente todos los films son iguales, los únicos que me gustan
son los de la serie Buttman del
director John Stagliano”.
Cuando algunos pensaban que la pornostar no sabría como
vivir sin la fama y las luces húmedas del cine para adultos, la Del Rio salió adelante. Siempre
controlando un cuerpo fabuloso pero que por contundente tiene cierta tendencia
a engordar, primero dirigió su propio gimnasio y durante una temporada
participó en un programa de TV sobre fisicoculturismo.
Además, para delicia de sus seguidores de EE.UU y Canadá,
continúa realizando giras de strip-tease y modelando desnudos para revistas
para hombres. Y como si eso fuera poco tiene una “hot-line” y es consejera de
una guía mensual de diversión sexual de Nueva York. Su popularidad sigue tan
intacta como cuando era una pornostar y hasta la célebre serie NYDP (aquí “Policía de Nueva York”) la tuvo como
estrella invitada y para toda la familia.
Filmografía selecta
Como una verdadera belleza exótica, con un cuerpo
exuberante y macizo, ojos de pantera y una boca para el exceso, las películas
de Vanessa Del Rio –en su mayoría- ocupan un lugar destacado en la historia del
cine XXX. De su filmografía hay un puñado de films que son imprescindibles de
ver si se quiere, realmente, saber de que se trata esto de tener sexo por
delante, por detrás, por la boca, por donde sea, o entre dos, tres o más
personas juntas. Aquí está el legado más preciado que dejó esta diosa del sexo,
vampira de los deseos más oscuros e inconfesables de los hombres de una época:
Justine, 1980
Babylon Pink,
1980, Henri Pachard
Delicias a media
tarde (Afternoon delights), 1981,
Foxtrot, 1982,
Cecil Howard
Seda, satén y sexo,
1984, Lawrence Talbot
El Diablo en Miss
Jones Parte 3, 1986, Gregory Dark
En lo más profundo
de Vanessa (Deep inside Vanessa), 1986, Gregory Dark
¿Hombre o mujer?
Travesti, 1987, Michel Ricaud
Eróticamente
Vanessa (recopilación), 1987, Varios directores.
Momentos memorables
Con su cuerpo de reina guerrera, Vanessa De Rio transmite,
además de sensualidad, un extraordinario poder y agresión en la pantalla.
Frente a las cámaras se transforma y explota con la furia de una tormenta
tropical y se convierte en una mujer que, en cuestiones de sexo, apela a sus
energías más primitivas.
Cada parte de ella está hecha de y para el sexo. En los
estudios era un secreto a voces que cuando se empezaba a rodar, Vanessa no
fingía y muchas veces se mostraba como una devoradora de hombres. Una vez un
actor porno confesó que “una vez que entrabas en ella, los movimientos de su
pelvis eran tan especiales que sentía que no podía escapar de ahí, ¿pero quién
lo quería hacer?”. Sus legendarios labios eran tan carnosos que parecían hechos
solo para “eso”. Con estas “cualidades” no es de extrañar que la actriz
protagonizó algunas escenas memorables en la historia del porno.
En Foxtrot, por
ejemplo, hizo algo nunca visto hasta ese momento en pantalla. La historia se
ubica en plena Fin de Año en Manhattan y diferentes parejas festejan a su modo
el año que se aproxima. Las escenas de sexo son volcánicas. Hay tipos muy
desarrollados, lesbianismo, “besos negros”, ingestión de semen, etc. pero lo de
Vanessa se las trae. Dispuesta a hacerle una fellatio a su pareja, luego de
practicarle un inquietante “beso negro”, esta morocha alucinante se mete un
cubito en su cavidad bucal y sin decirle nada al tipo le hace una “garganta
profunda” primero para chuparlo frenéticamente después. Un “ice blow job” que
le dicen.
En El Diablo en
Miss Jones Parte 3, la Srta. Jones está en la Tierra nuevamente y luego de
un encuentro con Lucifer otra vez más comienza su eterno periplo por el Averno.
En su viaje por el infierno presencia y participa de todo tipo de experiencias
sexuales. Una de ellas tiene como protagonista a Vanessa Del Rio dando vida a una mujer sexualmente insaciable
condenada a mantener relaciones por toda la eternidad. Acostada sobre una
tarima –mientras expone su clítoris hiperdesarrollado-, cinco sementales negros
la penetran simultáneamente o son excitados, acariciados, masturbados o
succionados por ella indefinidamente. El
cuadro, tórrido, bizarro, con los negros encapuchados dándose coraje mutuamente
y Vanessa pidiendo más, alcanza la categoría de histórico en el cine del género
para adultos. Los tipos son muy desarrollados y el momento en que esta diosa
latina –casi con la vista extraviada de placer- menea esas vergas a dos manos
para luego introducirlas en su boca al unísono es estremecedor. Con esta
escena, Vanessa y los Hnos. Dark daban origen al subgénero “gang-bang” que
luego se haría popular a partir de los `90.
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