jueves, 10 de octubre de 2013

VANESSA DEL RÍO, LA DIOSA NEGRA DEL SEXO

El  sexo latino del Porno


Por ARIEL TESTORI


Todo en esta cubana nacida en Nueva York era más grande que lo normal. Su boca, sus pechos y el apetito sexual fueron desaforadamente sensuales y sorprendentes. Admiradora de nuestra Isabel Sarli, es considerada una reina de la historia del cine porno. Desde 1976 cuando debutó –bueno, es una forma de decir- gozó y estremeció a John Holmes, Jamie Gillis, John Leslie o Paul Thomas entre otros. Dueña de un clítoris hiperdesarrollado y generadora de las fantasías más sucias y húmedas, se animó a todo. Hasta que asustada por el avance del Sida dijo basta para dolor de los pornógrafos del mundo y se retiró.       

Cuando el cine porno irrumpió en la sociedad de EE.UU. al inicio de los `70, los dioses de ese Olímpo del sexo eran todos blancos, rubios y sajones. Quizás se mezclaba algún que otro negro y una que otra oriental (Mai Lin fue la más famosa de esa época), ya sea por sus dotes corporales, el atractivo de una relación interracial para ser aun más políticamente incorrectos, o por jugar con las fantasías sexuales que los hombres negros y las mujeres orientales provocaron en el hombre blanco.
Lo real era que el sexo que se consumía en esos tiempos lo practicaban   tipos como John Holmes, Harry Reems, Jamie Gillis o John Leslie. O mujeres como la platinada Seka, la pecosa (y “pechocha”) Lisa DeLewee o las anglosajonas Marilyn Chambers o Veronica Hart. Y todo funcionaba a las mil maravillas. Sin embargo algo faltaba para que la interracialidad fuera completa y el negocio se expandiera a nuevos mercados étnicos. El ambiente del cine para adultos o XXX no tenía ninguna figura hispana en sus elencos.

A la maestra con cariño

Hay que remontarse al Nueva York de 1974 cuando en las discos de Manhattan causaban sensación las “go-go dancers”, chicas con atractivos cuerpos que bailaban solas y frenéticamente en plataformas elevadas o en jaulas suspendidas. En ese tipo de locales una fémina de ascendencia cubana pero nacida en Brooklyn hacía las delicias de cuanto muchacho la miraba. Es que Vanessa Del Rio captaba la atención de cualquiera no solo por como bailaba o por su cuerpo espectacular sino por todo lo que insinuaba en cada gesto o movimiento. Su baile y su cuerpo eran pura dinamita y promesas de descenso a los infiernos más pecaminosos.
La carrera de esta chica no podía terminar en la oscuridad de una discoteca. Después de sobrevivir como bailarina de espectáculos eróticos, en 1976 (aunque algunos estudiosos del tema sitúan su inicio en el cine XXX a mediados de 1975) debutó en el cine para adultos en un film llamado China Doll, una modesta producción de la Costa Este por el que cobró u$s 150.- A partir de ese momento Vanessa Del Rio se propuso ocupar un lugar importante en la industria y no pararía hasta lograrlo. Dotes no le faltaban y voluntad y entrenamiento le sobraban.
Vanessa siempre recuerda que uno de sus espejos en donde se miró para actuar era una actriz argentina que había trascendido en los EE.UU. “Mi madre acostumbraba a llevarme al cine para que aprendiera de las actrices consagradas y había una estrella argentina, Isabel Sarli, que en todas sus películas tocaba temas sexuales y los hombres se peleaban por ella. Había una película en la que su marido la llevaba al ginecólogo porque era una ninfómana y ella terminaba seduciendo al doctor. Esta mujer tuvo una gran influencia en mi por el modo en que siempre era tan solicitada sexualmente” recuerda entre nostálgica y con admiración la Del Rio. “Todos los hombres la ansiaban e Isabel parecía muy poderosa gracias a su sexualidad, cuando veo algunas fotos que hice observo que las poses  recuerdan a las que adoptaba esa mujer de tetas inmensas y cabellos oscuros en sus películas” termina confesando a modo de tributo. Sin duda la pornostar se refiere a las películas de Isabel Sarli (Fuego, Fiebre, La Mujer de mi Padre o Intimidades de una cualquiera) que fueron estrenadas en EE.UU. durante los `70 con gran éxito de público en los cines de la zona de las Calles 42 y Av. Broadway.
La confesión que hace Vanessa Del Rio sobre su “escuela” actoral y la admiración por la Sarli es cierta. Independientemente de la exuberancia común a ambas, si se observa a Vanessa, con detenimiento, en las escenas en que está siendo seducida o está excitada se pueden encontrar gestos y poses muy similares a los de la Coca.

Algo entre las piernas

Encasillada en roles de sirvienta o camarera, al poco tiempo de estar en el porno esta vampiresa latina llegó a convertirse en una verdadera estrella del género. Es que la exuberante Vanessa Del Rio, además de su ferocidad escénica (por la que se ganó el mote de “Vanessa Dinamita”) y su desparpajo a la hora de “tragarse” a cualquier actor por bien dotado que este estuviese, posee un clítoris descomunal. Se hizo una costumbre que en los prolegómenos de todas sus escenas sexuales la actriz tuviera la costumbre de exhibir de manera ostentosa su clítoris.  Es que los 5 centímetros que miden su apéndice sexual bien podrían haber figurado en cualquier tratado de ginecología o el Libro Guiness de los Records. Por lo pronto los viejos pornógrafos consideran que la ardiente Vanessa Del Rio es a las mujeres lo que el “rey” John Holmes ( armado con 35 cms. en estado de erección) es a los hombres.                           

 El fantasma del Sida

Con unas 80 películas en su haber (bastante pocas si se compara con otras actrices) pero bastante cuidadas por su calidad, Vanessa Del Rio está considerada como la actriz más procaz y desvergonzada que dio la época dorada del porno.
Como una real y obscena mujer latina, Vanessa se hizo famosa por convertirse en una experta felatriz lo que la ayudó a ser elegida como una de las Reinas del cine porno más querida de todos los tiempos. Y no era una boca grande más. Su boca fue lo que la convirtió en leyenda. Podía estar mamando a dos sementales a la vez y con sus ojos pedir más.
Pero su talento erótico no se limitó a meterse penes en su boca. Difícilmente se haya visto una mujer con tanta lujuria para ofrecer y para recibir.  Su desenvoltura en la cama, acompañada de gritos y gemidos de un placer inquietante cada vez que llegaba a un orgasmo, también marcó una época. Además, consciente de la creciente importancia del cuidado del cuerpo en el mundo del porno, no reparó en recurrir al fisico culturismo para adquirir una anatomía de porte atlético. Siendo una de las primeras actrices en adquirir esa costumbre.
La aparición del SIDA fue decisiva para que Vanessa, en 1986, abandonara el mundo del porno. Alguna vez, ya retirada, declaró “nunca más volveré a protagonizar películas para adultos, aunque el problema del SIDA ya está más o menos controlado, actualmente todos los films son iguales, los únicos que me gustan son los de la serie Buttman del director John Stagliano”.
Cuando algunos pensaban que la pornostar no sabría como vivir sin la fama y las luces húmedas del cine para adultos, la Del Rio salió adelante. Siempre controlando un cuerpo fabuloso pero que por contundente tiene cierta tendencia a engordar, primero dirigió su propio gimnasio y durante una temporada participó en un programa de TV sobre fisicoculturismo.
Además, para delicia de sus seguidores de EE.UU y Canadá, continúa realizando giras de strip-tease y modelando desnudos para revistas para hombres. Y como si eso fuera poco tiene una “hot-line” y es consejera de una guía mensual de diversión sexual de Nueva York. Su popularidad sigue tan intacta como cuando era una pornostar y hasta la célebre serie NYDP  (aquí “Policía de Nueva York”) la tuvo como estrella invitada y para toda la familia.


Filmografía selecta

Como una verdadera belleza exótica, con un cuerpo exuberante y macizo, ojos de pantera y una boca para el exceso, las películas de Vanessa Del Rio –en su mayoría- ocupan un lugar destacado en la historia del cine XXX. De su filmografía hay un puñado de films que son imprescindibles de ver si se quiere, realmente, saber de que se trata esto de tener sexo por delante, por detrás, por la boca, por donde sea, o entre dos, tres o más personas juntas. Aquí está el legado más preciado que dejó esta diosa del sexo, vampira de los deseos más oscuros e inconfesables de los hombres de una época:

Justine, 1980
Babylon Pink, 1980, Henri Pachard
Delicias a media tarde (Afternoon delights), 1981,
Foxtrot, 1982, Cecil Howard
Seda, satén y sexo, 1984, Lawrence Talbot
El Diablo en Miss Jones Parte 3, 1986, Gregory Dark
En lo más profundo de Vanessa (Deep inside Vanessa), 1986, Gregory Dark
¿Hombre o mujer? Travesti, 1987, Michel Ricaud
Eróticamente Vanessa (recopilación), 1987, Varios directores.

                                                                      

Momentos memorables


Con su cuerpo de reina guerrera, Vanessa De Rio transmite, además de sensualidad, un extraordinario poder y agresión en la pantalla. Frente a las cámaras se transforma y explota con la furia de una tormenta tropical y se convierte en una mujer que, en cuestiones de sexo, apela a sus energías más primitivas.
Cada parte de ella está hecha de y para el sexo. En los estudios era un secreto a voces que cuando se empezaba a rodar, Vanessa no fingía y muchas veces se mostraba como una devoradora de hombres. Una vez un actor porno confesó que “una vez que entrabas en ella, los movimientos de su pelvis eran tan especiales que sentía que no podía escapar de ahí, ¿pero quién lo quería hacer?”. Sus legendarios labios eran tan carnosos que parecían hechos solo para “eso”. Con estas “cualidades” no es de extrañar que la actriz protagonizó algunas escenas memorables en la historia del porno.   
En Foxtrot, por ejemplo, hizo algo nunca visto hasta ese momento en pantalla. La historia se ubica en plena Fin de Año en Manhattan y diferentes parejas festejan a su modo el año que se aproxima. Las escenas de sexo son volcánicas. Hay tipos muy desarrollados, lesbianismo, “besos negros”, ingestión de semen, etc. pero lo de Vanessa se las trae. Dispuesta a hacerle una fellatio a su pareja, luego de practicarle un inquietante “beso negro”, esta morocha alucinante se mete un cubito en su cavidad bucal y sin decirle nada al tipo le hace una “garganta profunda” primero para chuparlo frenéticamente después. Un “ice blow job” que le dicen.      
En El Diablo en Miss Jones Parte 3, la Srta. Jones está en la Tierra nuevamente y luego de un encuentro con Lucifer otra vez más comienza su eterno periplo por el Averno. En su viaje por el infierno presencia y participa de todo tipo de experiencias sexuales. Una de ellas tiene como protagonista a Vanessa Del Rio dando vida a una mujer sexualmente insaciable condenada a mantener relaciones por toda la eternidad. Acostada sobre una tarima –mientras expone su clítoris hiperdesarrollado-, cinco sementales negros la penetran simultáneamente o son excitados, acariciados, masturbados o succionados  por ella indefinidamente. El cuadro, tórrido, bizarro, con los negros encapuchados dándose coraje mutuamente y Vanessa pidiendo más, alcanza la categoría de histórico en el cine del género para adultos. Los tipos son muy desarrollados y el momento en que esta diosa latina –casi con la vista extraviada de placer- menea esas vergas a dos manos para luego introducirlas en su boca al unísono es estremecedor. Con esta escena, Vanessa y los Hnos. Dark daban origen al subgénero “gang-bang” que luego se haría popular a partir de los `90.

                                                                            

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