lunes, 29 de octubre de 2012

HOLLYWOOD Y LA GUERRA DE VIETNAM

“No me puedes mandar al infierno porque yo vengo de ahí”*


Con “Apocalipsis Now”, “Pelotón” y “Nacido para matar” , Hollywood -es decir EE.UU.- saldaba una deuda para con la Guerra de Vietnam y su sufrido pueblo. Un tibio pedido de perdón por los crímenes de guerra cometidos, borrón y cuenta nueva. Sin embargo, Hollywood -aun con su casi centenar de películas sobre el tema- evidenció que ni los realizadores más progresistas lograron evadir el corset etnocéntrico que limitó la posibilidad de una ética más universal del tema.


Cuando John Wayne, en 1966, dirigió y protagonizó Las Boinas Verdes seguramente soñaba un futuro distinto a lo que después ocurrió en el sudeste asiático. Recién después de un extenso período, comprendido entre esa endeble película de Wayne y 1978 –con la aparición de Apocalipsis Now de Francis Ford Coppola-, la industria cinematográfica de EE.UU. volvió a tocar el tema decididamente. Sin dudas, a partir de la obra maestra de Coppola se produce una serie de películas de las que algunas se convirtieron en hitos fundamentales para la elaboración de cualquier análisis sobre el tratamiento que Hollywood le dio a la guerra de Vietnam. 

La guerra no es para los cuerdos


Para muchos El Francotirador (The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978) no es “una película de guerra” y, sin embargo, en los 15 minutos que le dedica, guarda un elemento clave que después retomaría (y mejoraría) Kubrick: la locura. Despojado de cualquier análisis político, Cimino se limitó a mostrar la relación de tres amigos antes y después de haber participado en esa guerra. Pero en el transcurso intercala una breve e impecable narración de una situación límite (la escena en la “jaula de tigre” cuando los vietcongs obligan a dos de ellos a que se enfrenten en el juego de la ruleta rusa) que influirá decisivamente en la vida de los protagonistas. Independientemente de si la obra es maniquea y xenófoba, El Francotirador vale –y comprender esa situación límite a que hice referencia es fundamental- por mostrar al espectador que en una guerra no sobreviven las personas normales. 
El personaje de Robert De Niro muestra a un héroe paradigmático que sobrevivió porque es un violento que sólo sabe moverse cómodamente en ese tipo de situaciones. Imperdible la actuación de Cristopher Walken en la piel de un ser humano cuerdo y sensible que se ve desbordado hasta la locura.


La alienación es el medio 

 Cuando, finalmente –a fines de los ‘70s-, la sociedad norteamericana decidió lavar sus culpas, Hollywood se volcó con todo su poderío a comprender y hurgar en la memoria y las calamidades de Vietnam. Nacido para matar (Born To Kill o Full Metal Jacket, 1986) de Stanley Kubrick, Buenos Días Vietnam (Good Morning Vietnam, 1987) de Barry Levinson, y La Colina (Hamburguer Hill, 1987) de John Irvin , en diferentes aspectos se dedicaron a mostrar que la alienación es el medio para preparar a un hombre para matar o morir. De este grupo, Nacido para matar es la más importante artística e ideológicamente. Criticada por la derecha (al punto que debió filmar toda la primera parte en Inglaterra porque se le negaron los medios bélicos si no cambiaba el concepto del film, práctica que también sufrió Ford Coppola en Apocalipsis), muestra la degradación a que son sometidos los reclutas durante el período de entrenamiento previo a su llegada al campo de batalla, cómo un joven puesto al borde de la locura se rebela contra el sistema y, finalmente, a esos jóvenes ya condicionados para pelear en el infierno.


La transgresión 

El Bien y el Mal. Buenos y malos. Dos valorizaciones que siempre emergieron de la filmografía de Hollywood no podían estar ausentes en relación con Vietnam. Oliver Stone con Pelotón (Platoon, 1984) planteó el problema en las entrañas del ejército americano y debería saber de lo que hablaba dado que peleó en el sudeste asiático. La creación del personaje del sargento Elías (excelente Willem Dafoe) –el Bien- en lucha descarnada con el sargento Barnes (Tom Berenger) –el Mal- por ganarse la fidelidad -¿el alma?- de un recluta (Charlie Sheen) representan la eterna batalla. La inmolación de Elías (en una de las escenas más recordadas del cine) ofrece al espectador un vencedor formal pero nunca se resuelve si el objetivo de la lucha fue conquistado por alguno de los dos. La imagen del joven ya veterano volviendo a los EE.UU. -al “mundo”- plagado de dudas y con pocas certezas, muestra a una persona que está más cerca de renegar de cualquier valor –sea malo o bueno- que de alguien que haya comprendido que fue un mero instrumento de intereses ajenos a la realidad que creía haber defendido.




El trabajo de Stone, considerado uno de los pocos progresistas de Hollywood, marcó una alternativa en relación al tratamiento del tema. A partir de Pelotón el Mal no está solamente “afuera”. También los buenos empiezan a mostrar sus lacras, culpas e inconductas. Sin embargo, el enemigo -el “otro”- siguió siendo una sombra que disparaba incansablemente o caía muerto. En este sentido este es uno de los puntos vulnerables de esta obra de Stone. Pelotón quizá sea una de las mejores y más críticas películas sobre Vietnam pero sigue pecando de etnocéntrica. El problema y los afectados siguen siendo los americanos. Tendrán que pasar algunos años para que el público se encuentre cara a cara con los vietcongs –guerrilleros de Vietnam del Sur- o con tropas regulares de Vietnam del Norte. Sin dudas que Oliver Stone tenía algo más que decir sobre Vietnam -y más aun si se piensa que es un veterano de esa guerra- y más tarde realizaría Nacido el 4 de julio (1988), un alegato sobre la supervivencia de los que volvieron, el desprecio porque perdieron, y la desesperación que lleva a la locura. 

La obra total



Pensar en Vietnam y el cine lleva a cualquier espectador más o menos informado a la referencia en que se convirtió Apocalipsis Now (Apocalipse Now, 1978) de Francis Ford Coppola. Para la mayoría del público y la crítica es la obra que inició este subgénero bélico. Para otros -además-, su postura filosófica la convirtió en una película que solo utilizó la guerra de Vietnam como el medio para profundizar en el Horror y en la locura y el absurdo que es capaz de generar el Hombre. Cinematográficamente excelente, el film también es paradójico: siendo la primera película sobre el tema, también parece ser la última. Porque de una u otra forma lo dice todo. De hecho un gran sector de la crítica y del público considera que difícilmente se pueda filmar otra película sobre Vietnam después del trabajo de Coppola.

Imagen original del Storyboard para una escena del film.



En su presentación en el Festival de Cannes, en 1979, se dijo que Apocalipsis Now es “la más prodigiosa recreación de una guerra vista siempre con los ojos norteamericanos y uno de los intentos más profundos y logrados de entablar un diálogo moral en términos puramente visuales”. Uno de los valores fundamentales de la obra, más allá de los protagonistas (Marlon Brando, Martin Sheen y Robert Duvall), la actuación, la fotografía y la dirección, es el guión. Coppola no solo se sustenta en un planteo profundo, crítico e inteligente en que las imágenes están para reforzarlo. Al afirmarse en el relato de Joseph Conrad, “El corazón de las tinieblas”, la estructura del film ganó en la solidez necesaria que la convirtió en una obra maestra. Final crítico Las corrientes cinematográficas surgidas a fines de los ‘70s y comienzos de los ‘80s parecen ubicadas a años luz de lo que es ética e ideológicamente la industria de Hollywood hoy. Con el tiempo, la crítica –no solo de EE.UU.- y el público inducido por la misma comenzaron a renegar de cualquier otra propuesta sobre el tema. Se empezó a hablar de excesos y de que no había necesidad de saber más. Así, obras como Pecados de Guerra (Casualties of war, 1988) de Brian DePalma (impensado alegato sobre la obediencia debida) o Triángulo de Acero (The iron triangle, 1989) de Eric Weston no tuvieron el apoyo que merecieron a pesar de que intentaban un nuevo llamado a la conciencia.


Sin embargo, la guerra, a través de los testimonios sobre Vietnam en el cine ya no es más una aventura. A partir de la primera escena de Apocalipsis…, con esa calma aparente -bajo un cielo plomizo en pleno contraste con el verde intenso de la jungla- que, aunque parece imposible de quebrar, súbitamente es convertida en un infierno de napalm, el espectador ya no volvió a ubicarse como antes frente a un film bélico. El horror ya no perteneció a la ciencia-ficción. Fue de los hombres y casi cotidiano.


Tal vez el broche final ofreciendo una respuesta a los reclamos fue dado por Oliver Stone -¿quién otro podía ser?- al presentar Entre el cielo y la tierra (1993) en donde el conflicto no solo se plantea a partir de una mujer vietnamita sino que, como afirma Stone “se hace justicia a los protagonistas vietnamitas, ausentes de peso específico en la mayoría de los films que se realizaron sobre el tema en EE.UU.”.

(*) Dicho popular entre los veteranos de guerra de Vietnam. 

Una Guerra Maldita 

LA FILMOGRAFIA IMPRESCINDIBLE 

Las que hablan sobre la guerra tangencialmente... 
Calles peligrosas (Martin Scorsese, 1973) 
Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) 
Hair (Milos Forman, 1978) 
Regreso sin gloria (Hal Ashby, 1978)

La guerra propiamente dicha... 
Apocalipsis Now (Francis Ford Coppola, 1978) 
El francotirador (Michael Cimino, 1978) 
Pelotón (Oliver Stone, 1984) 
Nacido para matar (Stanley Kubrick, 1986) 
Pecados de guerra (Brian DePalma, 1986) 
La colina (John Irvin, 1987) 
BAT 21 (Peter Markle, 1988) 
Triángulo de acero (Eric Weston, 1989)



El post-vietnam...
The Boys from Company “C” D: Sidney J. Furie (1978)
Rambo (First Blood) D: Ted Kotcheff (1982) 
Alas de libertad (Birdy) D: Alan Parker (1984) 
Combat Shock  D: Buddy Giovinazzo (1986) 
Jardines de piedra (Gardens of Stone) D: Francis Ford Coppola (1987) 
Nacido el 4 de julio (Born of the forth of july) D: Oliver Stone (1988) 
Ecos de guerra (Distant Thunder) D: Rick Rosenthal (1988) 
Cenizas de guerra (In Country) D: Norman Jewinson (1989) 
Entre el cielo y la tierra (Heaven & Earth) D: Oliver Stone (1993)



Breve historia de la locura dentro del horror 

Una de las frases y escenas más famosas en Apocalipsis Now es la de Marlon Brando, desmoralizado, meciéndose su calva y repitiendo como una letanía “el horror, el horror”. Posiblemente esa misma actitud podría haber tenido cualquier espectador si hubiese asistido al “detrás de escena” de esa histórica película. Lo único que hubiera cambiado hubiese sido la palabra “horror” por “locura”. Es que la filmación de la máxima obra de Ford Coppola transitó ese camino al punto tal que hasta pudo no filmarse o haber sido muy distinta de lo que fue. Sin posibilidades de poder filmarla en Vietnam (las heridas todavía estaban muy frescas), Ford Coppola eligió Filipinas como escenario por geografía y conveniencia logística. Pero sucedió que cuando el director fue a pedir colaboración al gobierno filipino para la obtención de artillería, aviación, logísitica militar y soldados como extras no hubo ningún problema hasta que las autoridades (un gobierno pro EE.UU.) leyeron el guión. Coppola se quedó sin nada por lo que tuvo que comprar todo como material de resago. El sudeste asiático es muy rico en armamento herrumbrado de guerras pasadas.




En tanto, el clima filipino, que es muy similar al de Vietnam, también hizo de las suyas. Un tifón histórico arrasó no solo los escenarios montados para la filmación sino que también destrozó la mayor parte del material bélico que Coppola había adquirido. Además, mientras tanto el director armaba el elenco. Y si Marlon Brando ya estaba seguro para el papel del Coronel Kurtz, Coppola fue por Steve McQueen, a quien había imaginado y comprometido para dar vida al temerario Capitan Willard. Lo que el director no esperaba era encontrarse con un McQueen minado y luchando contra un cáncer. Sin su actor elegido tentó a Al Pacino que en un principio dio el sí. Pero cuando se enteró que debía trabajar días y días en la selva, entre lluvias, barro y mosquitos, abandonó el proyecto. La propuesta de Coppola rumbeó hacia Harvey Keitel, ex delincuente juvenil y ex mariner, niño mimado de Martin Scorsese. Keitel, habiéndose reformado de su pasado (no hay nada peor que un converso), llegó a filmar algunas escenas pero harto del aquelarre y descontrol que era la filmación abandonó la propuesta. Días y dinero corrían rápidamente y la película parecía destinada al fracaso. Hasta que apareció Martin Sheen que aun con su bohemia y hippismo logró meterse en la piel de Willard. A pesar de un principio de infarto que sufrió en plena filmación.




La realización del film en si y el día a día también mereció un párrafo (o varios) aparte. La deserción de Harvey Keitel fue un síntoma. El campamento de Coppola no era precisamente un convento y poco le tenía que envidiar al “imperio del coronel Kurtz” de la película. Actores y cuerpo técnico fluctuaban entre el hippismo, la rebeldía y algunos excesos se hicieron rutina. Más aun si figuras controvertidas como Dennis Hopper y Martin Sheen formaban parte del grupo. Las escenas finales en las que aparece un Hopper dando vida a un fotógrafo que forma parte de las huestes del Kurtz, al borde del delirio místico y una sobredosis de drogas, no fue solo una escena de ficción. La filmación de la primera escena de Apocalipsis Now, antes de que personal del Ejército y la CIA fuera a convocar a Willard para la misión que es la médula del film es una prueba palpable. 
En la misma se ve al personaje interpretado por Sheen perdido entre el alcohol y la droga, habitando un cuartucho de hotel y reponiéndose de las atrocidades vistas y cometidas. En determinado momento de su delirio el personaje de Sheen, experto en artes marciales, comienza a realizar una serie de katas y en su exacerbación de violencia “ataca” paredes, muebles y espejos. Golpeando e hiriéndose, completa una actuación sobresaliente. La realidad dice que cuando Coppola decidió filmar esa escena, Sheen estaba drogado y las heridas que se produjo fueron reales. Coppola, en vez de detener la filmación, aprovechó el estado en que se encontraba Sheen, aprovechó la situación y dio vida a una de las escenas más conmovedoras de Apocalipsis. Sin proponérselo el espectador asiste a una escena que roza los bordes del cine snuff.


ARIEL TESTORI (c)