lunes, 29 de octubre de 2012

HOLLYWOOD Y LA GUERRA DE VIETNAM

“No me puedes mandar al infierno porque yo vengo de ahí”*


Con “Apocalipsis Now”, “Pelotón” y “Nacido para matar” , Hollywood -es decir EE.UU.- saldaba una deuda para con la Guerra de Vietnam y su sufrido pueblo. Un tibio pedido de perdón por los crímenes de guerra cometidos, borrón y cuenta nueva. Sin embargo, Hollywood -aun con su casi centenar de películas sobre el tema- evidenció que ni los realizadores más progresistas lograron evadir el corset etnocéntrico que limitó la posibilidad de una ética más universal del tema.


Cuando John Wayne, en 1966, dirigió y protagonizó Las Boinas Verdes seguramente soñaba un futuro distinto a lo que después ocurrió en el sudeste asiático. Recién después de un extenso período, comprendido entre esa endeble película de Wayne y 1978 –con la aparición de Apocalipsis Now de Francis Ford Coppola-, la industria cinematográfica de EE.UU. volvió a tocar el tema decididamente. Sin dudas, a partir de la obra maestra de Coppola se produce una serie de películas de las que algunas se convirtieron en hitos fundamentales para la elaboración de cualquier análisis sobre el tratamiento que Hollywood le dio a la guerra de Vietnam. 

La guerra no es para los cuerdos


Para muchos El Francotirador (The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978) no es “una película de guerra” y, sin embargo, en los 15 minutos que le dedica, guarda un elemento clave que después retomaría (y mejoraría) Kubrick: la locura. Despojado de cualquier análisis político, Cimino se limitó a mostrar la relación de tres amigos antes y después de haber participado en esa guerra. Pero en el transcurso intercala una breve e impecable narración de una situación límite (la escena en la “jaula de tigre” cuando los vietcongs obligan a dos de ellos a que se enfrenten en el juego de la ruleta rusa) que influirá decisivamente en la vida de los protagonistas. Independientemente de si la obra es maniquea y xenófoba, El Francotirador vale –y comprender esa situación límite a que hice referencia es fundamental- por mostrar al espectador que en una guerra no sobreviven las personas normales. 
El personaje de Robert De Niro muestra a un héroe paradigmático que sobrevivió porque es un violento que sólo sabe moverse cómodamente en ese tipo de situaciones. Imperdible la actuación de Cristopher Walken en la piel de un ser humano cuerdo y sensible que se ve desbordado hasta la locura.


La alienación es el medio 

 Cuando, finalmente –a fines de los ‘70s-, la sociedad norteamericana decidió lavar sus culpas, Hollywood se volcó con todo su poderío a comprender y hurgar en la memoria y las calamidades de Vietnam. Nacido para matar (Born To Kill o Full Metal Jacket, 1986) de Stanley Kubrick, Buenos Días Vietnam (Good Morning Vietnam, 1987) de Barry Levinson, y La Colina (Hamburguer Hill, 1987) de John Irvin , en diferentes aspectos se dedicaron a mostrar que la alienación es el medio para preparar a un hombre para matar o morir. De este grupo, Nacido para matar es la más importante artística e ideológicamente. Criticada por la derecha (al punto que debió filmar toda la primera parte en Inglaterra porque se le negaron los medios bélicos si no cambiaba el concepto del film, práctica que también sufrió Ford Coppola en Apocalipsis), muestra la degradación a que son sometidos los reclutas durante el período de entrenamiento previo a su llegada al campo de batalla, cómo un joven puesto al borde de la locura se rebela contra el sistema y, finalmente, a esos jóvenes ya condicionados para pelear en el infierno.


La transgresión 

El Bien y el Mal. Buenos y malos. Dos valorizaciones que siempre emergieron de la filmografía de Hollywood no podían estar ausentes en relación con Vietnam. Oliver Stone con Pelotón (Platoon, 1984) planteó el problema en las entrañas del ejército americano y debería saber de lo que hablaba dado que peleó en el sudeste asiático. La creación del personaje del sargento Elías (excelente Willem Dafoe) –el Bien- en lucha descarnada con el sargento Barnes (Tom Berenger) –el Mal- por ganarse la fidelidad -¿el alma?- de un recluta (Charlie Sheen) representan la eterna batalla. La inmolación de Elías (en una de las escenas más recordadas del cine) ofrece al espectador un vencedor formal pero nunca se resuelve si el objetivo de la lucha fue conquistado por alguno de los dos. La imagen del joven ya veterano volviendo a los EE.UU. -al “mundo”- plagado de dudas y con pocas certezas, muestra a una persona que está más cerca de renegar de cualquier valor –sea malo o bueno- que de alguien que haya comprendido que fue un mero instrumento de intereses ajenos a la realidad que creía haber defendido.




El trabajo de Stone, considerado uno de los pocos progresistas de Hollywood, marcó una alternativa en relación al tratamiento del tema. A partir de Pelotón el Mal no está solamente “afuera”. También los buenos empiezan a mostrar sus lacras, culpas e inconductas. Sin embargo, el enemigo -el “otro”- siguió siendo una sombra que disparaba incansablemente o caía muerto. En este sentido este es uno de los puntos vulnerables de esta obra de Stone. Pelotón quizá sea una de las mejores y más críticas películas sobre Vietnam pero sigue pecando de etnocéntrica. El problema y los afectados siguen siendo los americanos. Tendrán que pasar algunos años para que el público se encuentre cara a cara con los vietcongs –guerrilleros de Vietnam del Sur- o con tropas regulares de Vietnam del Norte. Sin dudas que Oliver Stone tenía algo más que decir sobre Vietnam -y más aun si se piensa que es un veterano de esa guerra- y más tarde realizaría Nacido el 4 de julio (1988), un alegato sobre la supervivencia de los que volvieron, el desprecio porque perdieron, y la desesperación que lleva a la locura. 

La obra total



Pensar en Vietnam y el cine lleva a cualquier espectador más o menos informado a la referencia en que se convirtió Apocalipsis Now (Apocalipse Now, 1978) de Francis Ford Coppola. Para la mayoría del público y la crítica es la obra que inició este subgénero bélico. Para otros -además-, su postura filosófica la convirtió en una película que solo utilizó la guerra de Vietnam como el medio para profundizar en el Horror y en la locura y el absurdo que es capaz de generar el Hombre. Cinematográficamente excelente, el film también es paradójico: siendo la primera película sobre el tema, también parece ser la última. Porque de una u otra forma lo dice todo. De hecho un gran sector de la crítica y del público considera que difícilmente se pueda filmar otra película sobre Vietnam después del trabajo de Coppola.

Imagen original del Storyboard para una escena del film.



En su presentación en el Festival de Cannes, en 1979, se dijo que Apocalipsis Now es “la más prodigiosa recreación de una guerra vista siempre con los ojos norteamericanos y uno de los intentos más profundos y logrados de entablar un diálogo moral en términos puramente visuales”. Uno de los valores fundamentales de la obra, más allá de los protagonistas (Marlon Brando, Martin Sheen y Robert Duvall), la actuación, la fotografía y la dirección, es el guión. Coppola no solo se sustenta en un planteo profundo, crítico e inteligente en que las imágenes están para reforzarlo. Al afirmarse en el relato de Joseph Conrad, “El corazón de las tinieblas”, la estructura del film ganó en la solidez necesaria que la convirtió en una obra maestra. Final crítico Las corrientes cinematográficas surgidas a fines de los ‘70s y comienzos de los ‘80s parecen ubicadas a años luz de lo que es ética e ideológicamente la industria de Hollywood hoy. Con el tiempo, la crítica –no solo de EE.UU.- y el público inducido por la misma comenzaron a renegar de cualquier otra propuesta sobre el tema. Se empezó a hablar de excesos y de que no había necesidad de saber más. Así, obras como Pecados de Guerra (Casualties of war, 1988) de Brian DePalma (impensado alegato sobre la obediencia debida) o Triángulo de Acero (The iron triangle, 1989) de Eric Weston no tuvieron el apoyo que merecieron a pesar de que intentaban un nuevo llamado a la conciencia.


Sin embargo, la guerra, a través de los testimonios sobre Vietnam en el cine ya no es más una aventura. A partir de la primera escena de Apocalipsis…, con esa calma aparente -bajo un cielo plomizo en pleno contraste con el verde intenso de la jungla- que, aunque parece imposible de quebrar, súbitamente es convertida en un infierno de napalm, el espectador ya no volvió a ubicarse como antes frente a un film bélico. El horror ya no perteneció a la ciencia-ficción. Fue de los hombres y casi cotidiano.


Tal vez el broche final ofreciendo una respuesta a los reclamos fue dado por Oliver Stone -¿quién otro podía ser?- al presentar Entre el cielo y la tierra (1993) en donde el conflicto no solo se plantea a partir de una mujer vietnamita sino que, como afirma Stone “se hace justicia a los protagonistas vietnamitas, ausentes de peso específico en la mayoría de los films que se realizaron sobre el tema en EE.UU.”.

(*) Dicho popular entre los veteranos de guerra de Vietnam. 

Una Guerra Maldita 

LA FILMOGRAFIA IMPRESCINDIBLE 

Las que hablan sobre la guerra tangencialmente... 
Calles peligrosas (Martin Scorsese, 1973) 
Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) 
Hair (Milos Forman, 1978) 
Regreso sin gloria (Hal Ashby, 1978)

La guerra propiamente dicha... 
Apocalipsis Now (Francis Ford Coppola, 1978) 
El francotirador (Michael Cimino, 1978) 
Pelotón (Oliver Stone, 1984) 
Nacido para matar (Stanley Kubrick, 1986) 
Pecados de guerra (Brian DePalma, 1986) 
La colina (John Irvin, 1987) 
BAT 21 (Peter Markle, 1988) 
Triángulo de acero (Eric Weston, 1989)



El post-vietnam...
The Boys from Company “C” D: Sidney J. Furie (1978)
Rambo (First Blood) D: Ted Kotcheff (1982) 
Alas de libertad (Birdy) D: Alan Parker (1984) 
Combat Shock  D: Buddy Giovinazzo (1986) 
Jardines de piedra (Gardens of Stone) D: Francis Ford Coppola (1987) 
Nacido el 4 de julio (Born of the forth of july) D: Oliver Stone (1988) 
Ecos de guerra (Distant Thunder) D: Rick Rosenthal (1988) 
Cenizas de guerra (In Country) D: Norman Jewinson (1989) 
Entre el cielo y la tierra (Heaven & Earth) D: Oliver Stone (1993)



Breve historia de la locura dentro del horror 

Una de las frases y escenas más famosas en Apocalipsis Now es la de Marlon Brando, desmoralizado, meciéndose su calva y repitiendo como una letanía “el horror, el horror”. Posiblemente esa misma actitud podría haber tenido cualquier espectador si hubiese asistido al “detrás de escena” de esa histórica película. Lo único que hubiera cambiado hubiese sido la palabra “horror” por “locura”. Es que la filmación de la máxima obra de Ford Coppola transitó ese camino al punto tal que hasta pudo no filmarse o haber sido muy distinta de lo que fue. Sin posibilidades de poder filmarla en Vietnam (las heridas todavía estaban muy frescas), Ford Coppola eligió Filipinas como escenario por geografía y conveniencia logística. Pero sucedió que cuando el director fue a pedir colaboración al gobierno filipino para la obtención de artillería, aviación, logísitica militar y soldados como extras no hubo ningún problema hasta que las autoridades (un gobierno pro EE.UU.) leyeron el guión. Coppola se quedó sin nada por lo que tuvo que comprar todo como material de resago. El sudeste asiático es muy rico en armamento herrumbrado de guerras pasadas.




En tanto, el clima filipino, que es muy similar al de Vietnam, también hizo de las suyas. Un tifón histórico arrasó no solo los escenarios montados para la filmación sino que también destrozó la mayor parte del material bélico que Coppola había adquirido. Además, mientras tanto el director armaba el elenco. Y si Marlon Brando ya estaba seguro para el papel del Coronel Kurtz, Coppola fue por Steve McQueen, a quien había imaginado y comprometido para dar vida al temerario Capitan Willard. Lo que el director no esperaba era encontrarse con un McQueen minado y luchando contra un cáncer. Sin su actor elegido tentó a Al Pacino que en un principio dio el sí. Pero cuando se enteró que debía trabajar días y días en la selva, entre lluvias, barro y mosquitos, abandonó el proyecto. La propuesta de Coppola rumbeó hacia Harvey Keitel, ex delincuente juvenil y ex mariner, niño mimado de Martin Scorsese. Keitel, habiéndose reformado de su pasado (no hay nada peor que un converso), llegó a filmar algunas escenas pero harto del aquelarre y descontrol que era la filmación abandonó la propuesta. Días y dinero corrían rápidamente y la película parecía destinada al fracaso. Hasta que apareció Martin Sheen que aun con su bohemia y hippismo logró meterse en la piel de Willard. A pesar de un principio de infarto que sufrió en plena filmación.




La realización del film en si y el día a día también mereció un párrafo (o varios) aparte. La deserción de Harvey Keitel fue un síntoma. El campamento de Coppola no era precisamente un convento y poco le tenía que envidiar al “imperio del coronel Kurtz” de la película. Actores y cuerpo técnico fluctuaban entre el hippismo, la rebeldía y algunos excesos se hicieron rutina. Más aun si figuras controvertidas como Dennis Hopper y Martin Sheen formaban parte del grupo. Las escenas finales en las que aparece un Hopper dando vida a un fotógrafo que forma parte de las huestes del Kurtz, al borde del delirio místico y una sobredosis de drogas, no fue solo una escena de ficción. La filmación de la primera escena de Apocalipsis Now, antes de que personal del Ejército y la CIA fuera a convocar a Willard para la misión que es la médula del film es una prueba palpable. 
En la misma se ve al personaje interpretado por Sheen perdido entre el alcohol y la droga, habitando un cuartucho de hotel y reponiéndose de las atrocidades vistas y cometidas. En determinado momento de su delirio el personaje de Sheen, experto en artes marciales, comienza a realizar una serie de katas y en su exacerbación de violencia “ataca” paredes, muebles y espejos. Golpeando e hiriéndose, completa una actuación sobresaliente. La realidad dice que cuando Coppola decidió filmar esa escena, Sheen estaba drogado y las heridas que se produjo fueron reales. Coppola, en vez de detener la filmación, aprovechó el estado en que se encontraba Sheen, aprovechó la situación y dio vida a una de las escenas más conmovedoras de Apocalipsis. Sin proponérselo el espectador asiste a una escena que roza los bordes del cine snuff.


ARIEL TESTORI (c)

miércoles, 1 de agosto de 2012

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viernes, 3 de febrero de 2012

TINTO BRASS, EL ULTIMO EROTOMANO


Este director italiano se hizo famoso por “Caligula”, que fue algo más que un film erótico. A partir de esa obra fue criticado, alabado, acusado de machista, sexópata, o tratado como un maestro del cine. Después vinieron “La llave” y “Miranda”. En el otoño de su vida su filmografía es extensa, no muy conocida y fundamenta una realidad: tiene una manera diferente de expresar la sexualidad y el erotismo.

Salvo alguna producción softcore y edulcorada de los EE.UU. o algún film perdido europeo, Tinto Brass fue el símbolo del cine erótico de estos últimos 30 años. El italiano evolucionó hacia un cine de autor capaz de edificar su obra en torno al sexo y el mundo de las relaciones íntimas entre la mujer y el hombre. Eso si, asistir a cada uno de sus films es despojarse de cualquier prejuicio, no dejarse llevar por una primera impresión y permitir que los sentidos se expresen y gocen libremente de la catarata visual a la que, cada uno de ellos, expone al espectador.


UN VENECIANO IRREVERENTE                

La Italia cinematográfica siempre estuvo tentada por la idea de resucitar a sus “maggioratas”. Un término italiano que designó entre los ’50 y ’70 a un puñado de mujeres con una gran carga de erotismo, ingenuas y de una inocente picardía. Lo primero que resaltaba era un físico exuberante, con caderas rotundas y un busto generoso pronto a desbordarse por  vertiginosos escotes, que era su carta de presentación. Además, tenían un carácter descarado e insolente pero gracioso.




Estas mujeres fueron Silvana ManganoSofía Loren, Claudia Cardinale, Rossana Podestá o Laura Antonelli. En la actualidad (y hay que apurarse a disfrutarlas) se pueden considerar a María Grazia Cuccinota y a la exuberante y sensual Monica Bellucci. Esa tendencia tuvo en el director Tinto Brass a su principal exponente actual. Obsesionado por los cuerpos femeninos opulentos, la anatomía femenina trasera es su objeto del deseo. En tal sentido Paprika y Amor y Pasión son dos símbolos de su preferencia.



Siempre polémico, Brass es un veneciano de 64 años que a partir de su film Salón Kitty (1976) ubicó a su obra entre un erotismo fuerte y una insinuante pornografía.
El polémico director considera que la diferencia entre cine erótico y cine porno reside en como se filma. “Es una cuestión de lenguaje –dice Brass-, un film erótico es un film pornográfico de calidad si bien el deseo en el porno es lúgubre y sórdido mientras que en el cine erótico es de carácter más lúdico y alegre”.
Atacado por feministas, el realizador cree que el público que va a ver sus películas “tiene una gran salud mental y consume mucho sexo de una forma sana”. “Son las elites culturales las que tienen problemas a la hora de ver este tipo de cine” explica.
Es que su cine no puede dejar indiferente a nadie ya sea por el atrevimiento de la propuesta como por su casi obsesivo interés  por el sexo. Antes de entrar en su controvertida obra conviene señalar que Tinto Brass llegó al cine erótico tras una primera etapa de cine comprometido con la realidad política y social de su país.



Helmut Berger como el sádico nazi Helmut Wallemberg.

EL IDEARIO DE UN EROTÓMANO

La mayoría del público conoce a Brass por Calígula (1979), uno de sus films más polémicos de la historia del cine por sus escandalosos problemas de producción. Una vez que el dueño de la revista masculina “Penthouse”, Bob Guccione –productor del film-, despidió a Brass mientras realizaba el montaje final, la película se conoció como “la superproducción porno más costosa de la historia”. La realidad es que Caligula es un espectáculo de lujosa magnificencia erótica aunque algo morbosa y para un público desprejuiciado. Sea por la dirección de Brass o por la intromisión en el corte final de Guccione (se dice que fue el responsable del agregado de las escenas porno).


Aviso de inicio de rodaje en el semanario especializado Variety.


Malcolm McDowell como el emperador Calígula.

Sin embargo, esta “segunda” carrera cinematográfica de Tinto Brass se inició con Nerosubianco en donde contó con la colaboración del legendario dibujante erótico Guido Crepax quien realizó ilustraciones que aparecieron insertadas en la película. La historia trata sobre una mujer que mantiene relaciones con un hombre negro. Una de las fantasías sexuales más antiguas y comunes entre las mujeres blancas.






Luego vino Dropout (1970), nada menos que con Franco Nero y Vanessa Redgrave, con una historia de un marido que humilla y domina a su esposa en el marco de un amor aparentemente puro y transparente.




En La Vacanza (1971) vuelve a repetir la fórmula Nero-Redgrave (no se puede obviar que era el momento de esplendor de ambos intérpretes y que, además, en la realidad conformaban una pareja sexualmente transgresora). En esta ocasión la Redgrave compone a una mujer que por problemas de dinero es cedida por su familia a un hombre rico.


En esta etapa, si bien Tinto Brass se vuelca a un cine más comercial continúa con sus planteos críticos de su primera época de cine político. Pero esta vez con mucho humor ácido y cínico, y con la utilización del sexo como un arma. Como una metáfora contra el poder establecido. No hay que olvidar que a fines de los ’60 y comienzos de los ’70 el sexo recién empezaba a despuntar en el arte cinematográfico y cualquier manifestación que lo explicitara era escandalosa.
Muchos desconocen esta etapa artística previa del director y dan como el film que inicia su carrera en el cine erótico a Salón Kitty (1976). Este film cuenta el reclutamiento, entrenamiento y puesta a trabajar de cientos de jóvenes mujeres para que nutran un particular prostíbulo del III Reich. Es un lanzamiento al mundo del sexo a través del erotismo innovando audazmente con planos generales de desnudos colectivos. Algunos críticos indican este film como el que dio origen al cine porno con temática de nazis y campos de concentración que fueran tan populares a fines de los ’70. 




Salón Kitty tiene reminiscencias estéticas y temáticas de Portero de Noche de Liliana Cavani -otro opresivo film erótico con una marcada carga de sadomasoquismo y dominación-, de Cabaret de Bob Fosse, y de El Conformista de Bernardo Bertolucci por los grandes espacios marmolados de la arquitectura nazi y una insoportable sensación de soledad.

La sensual Stefania Sandrelli abriendo la puerta.



En tanto, La Llave (La Chiave, 1983) fue el punto de inflexión en su filmografía. La historia, simple, cuenta como un intelectual inglés mayor no consigue satisfacer a su joven esposa y por otra parte vive agobiado por el excesivo pudor sexual de ella. Para provocarla le escribe un diario secreto cargado de sexo y la fotografía desnuda mientras duerme. Es un canto al voyeurismo. La mujer es el objeto del deseo y, encarnada por la sensual Stefania Sandrelli en su plenitud física, es el objeto preferido de la cámara que se mueve segura del deseo que está provocando en el espectador-espectadora. Por primera vez un director se alucina con la micción femenina y la insinúa como que también muestra algunos penes. La película está considerada como una de las más eróticas y audaces de la historia del cine. La escena en que la Sandrelli, desnuda en la cama, sostiene en sus brazos y contra sus pechos la cabeza de su marido como si lo estuviera amamantando está cargada de una tensión sexual muy pocas veces lograda en un marco tan ascético.  


Serena Grandi mostrando su esplendor.


Enseguida llegó Miranda (1985) que conjugó varios puntos importantes para la carrera de Brass. Es la historia de una atractiva mujer dueña de una hostería que, al considerar que perdió a su marido durante la 2da. Guerra Mundial, decide vivir su sexualidad plena y libremente. Con este film el director cumplió una vez más con su propósito. Para muchos es la mejor de Brass y también fue el lanzamiento de su máximo descubrimiento: la exquisita y neumática Serena Grandi. Una mujer especie de madre voluptuosa y mujer sueño de cualquier adulto masculino. Pero, por sobre todo, la nodriza ideal para una lactancia eterna. Cuando todavía era toda una audacia insinuarlo, la escena que sugiere sexo anal jugada a contraluz y solo con claroscuros que delinean los contornos de la Grandi y su amante circunstancial es perturbadora. De parados, los cuerpos de ambos parecen emitir una energía especial entre los rayos de luz que se filtran entre ellos.   





Un año después vino Amor y Pasión (Capriccio,1986), con la que compone otra obra maestra del erotismo. La historia cuenta el regreso de un reciente matrimonio inglés (insatisfecho) a Capri después de la Guerra y el reencuentro de cada uno con las personas que le habían abierto el camino a una sexualidad plena. En esta ocasión Tinto Brass termina con las críticas feministas y enfoca al sexo como lo puede sentir una mujer. Vuelve a exhibir el sexo masculino y va más allá. Esta vez una mano de mujer lo acaricia sin pudores. Los encuentros sexuales del marido con su fijación italiana (Francesca Dellera) se hacen rápidos, violentos, en tanto que los de la esposa con su gran amor italiano son suaves, lentos, guiados y con cariño. Inclusive no duda en insinuar sexo oral para la mujer. Se podría decir que es la mejor obra de Brass para mujeres.
 
Después vendrían Snack Bar Budapest, Paprika, Cosi Fan Tutte, El voyeur, Fermoposta y Monella. Pero, sin duda, La Llave, Miranda y Amor y Pasión forman la trilogía más acabada de la obra de Tinto Brass. Es un erotismo por momentos refinado y por momentos salvaje que sugiere el sexo desenfrenado. En tanto, plasma en la pantalla las pasiones, los deseos y las fantasías con una calidad superlativa.





Los clientes del burdel eligen el mejor corte.


Claudia Koll preparandose para la acción.











UN FINAL CONFUSO

A fines de los '90 se pensaba que por su edad, artísticamente no habría Tinto Brass para rato, así que se invitaba a aprovecharlo. Porque era un artista clásico del erotismo especializado en la primera mitad del siglo pasado.  Sus historias se ubicaban -generalmente- entre 1930 y 1950 donde se lo ve cómodo. Es como el gran director Mauro Bolognini que hizo de sus films, ambientados en historias y escenarios  del Siglo XIX, los mejores retratos de esa época que dio el cine (Metello, Bubú, etc.). Sus escenarios son cargados, barrocos, llenos de espejos y muchas veces ensombrecidos. Y sus mujeres “madonnas” amplias, exuberantes, como si estimulase a una vuelta a la madre naturaleza.
Si el erotismo de Brass se consideró marcadamente masculino, a partir de La Llave empezó a recrear los ojos femeninos. Amante de mujeres extremas, sus historias las ubicaban como figura principal y alrededor de ellas giraba el Mundo. Era la mirada del hombre que sabía que necesita de la mujer para seguir existiendo.
Sin embargo, a partir del 2000, pareció quedarse sin argumentos. Como si la pornografía lo hubiese apabullado, su sentido estético del erotismo cayó ante escenas sexuales repetitivamente exasperantes y alejadas de la magia erótica que había desplegado en el pasado. Tinto Brass fue un recreador del erotismo en una época en la que el porno empezaba a invadirlo todo. Después empezó su decadencia. Como si no hubiese sabido dónde ubicarse.  
Salvando las distancias, algo similar a lo que le sucedió a Carlos Saura -el célebre director español antifranquista- que cuando murió el dictador pareció enmudecer cinematográficamente.
Igualmente, cuando se escriba una verdadera historia del cine erótico, esa que se basa en el erotismo del planteo por sobre la exhibición de los genitales en acción, Tinto Brass merecerá una de las mejores ubicaciones.

               FilmoVideografía Erótica de Tinto Brass


L'urlo (1968)                                     
Nerosubianco (1969)                       
Dropout (1970)                                 
La Vacanza (1971)                           
Salón Kitty (1976)                              
Caligula (1979)                                 
Action (1979)                                   
La Llave (1983) +                                          
Miranda  (1985)  +                                       
Amor y Pasión (1986)                      
Snak Bar Budapest (1988)
Paprika (1991)
Cosi fan tutte (1992)
El voyeur (1993)
Fermoposta (1995)
Monella (1998)
Trasgredire (1999) *
Senso'45 (2002) *
Falo (2003) *
Monamour (2005) *

Tinto Brass intentaría repetir el éxito de Salon Kitty pero sin trascender suficiente.





Tinto Brass dando indicaciones a la actriz Anna Jimskaia en el set de Monamour.


(+) A estas dos películas, las mejores de su filmografía, Tinto Brass no reconoce las copias ni en VHS ni en DVD por que dice que son copias cortadas.
(*) Estas películas no se estrenaron en el cine pasando directamente al DVD.

LAS MUJERES QUE  “INVENTÓ”

Teresa Ann Savoy, Serena Grandi, Francesca Dellara y Debora Caproglio casi se pueden considerar descubrimientos de Tinto Brass. El caso diferente es el de  Stefania Sandrelli (La Llave) que cuando trabajó a sus ordenes ya tenía una carrera hecha. Pero el director la guió hacia un erotismo de alto voltaje que Stefania, hasta ese momento, solo había transitado discretamente. Imposible olvidarla en su personaje de Alfredo, Alfredo (Pierto Germi, 1973) como una joven histérica y seductora empecinada en casarse como sea con un joven Dustin Hoffman. A partir de trabajar con Brass el mundo supo de su voluptuosidad y encantos sexuales.
Teresa Ann Savoy fue, tal vez, el menos escandaloso y más etéreo de sus hallazgos. Delgada y delicada fue la hermana y amante de Caligula, y más tarde una de las prostitutas del III Reich en Salón Kitty.

Serena Grandi fue la “maggiorata” de los ’80. En realidad fue descubierta por Joe D’Amato -el exitoso director de cine porno italiano- cuando todavía hacía películas clase B, pero la consagración llegó cuando se puso a las ordenes de Brass en Miranda. Posiblemente sea el cuerpo más rotundo que dio el cine después de la sueca Anita Eckberg y Brass lo mostró y lo explotó como nadie. Después de un nuevo y excelente protagónico en el film francés La iniciación (1987) y en la inquietante Deseando a Julia (1989) Serena parece haber desaparecido del cine. Una verdadera lástima. Años después volvería a trabajar con Tinto en Monella como la madre del nuevo descubrimiento femenino del director, mostrando con generosidad sus increíbles curvas aunque más sutilmente.

Francesca Dellara empezó con Brass en Amor y Pasión brindándole su cuerpo para que el ojo voyeurista del director se recreara. Las tomas de la ampulosa anatomía trasera de Francesca son de antología y confirman qué parte de la mujer es su preferida a la hora de filmar. Un tiempo después la Dellara –algo más voluptuosa y desarrollada- fue convocada por el director Marco Ferreri para protagonizar La carne, una comedia de humor negro.

Finalmente, Debora Caproglio –otra exuberante de Brass-, protagonizo Paprika y fue la actriz justa para un papel que podría haber sido complicado. Con su frescura y desenfado le quitó el dramatismo que podía sugerir el tema de la prostituta.

(c) Ariel Testori