MUJERES, CINE Y SEXO
Por Ariel Testori
Desde hace unos años existe
una tendencia en el cine europeo de avanzar sobre el espectador presentando el
sexo y su problemática de forma explicita. Este artículo enumera una serie de
estas realizaciones que además, tienen la particularidad de haber sido
dirigidas –algunas- por mujeres.
Hace varios años con motivo
del estreno de Con el Diablo en el
cuerpo (Marco Bellochio, 1986) los argentinos asistimos a un hecho insólito
para estas épocas. Un ciudadano se sintió ofendido porque en una dramática
escena la exquisita Marushka Detmeres (¿qué habrá sido de ella?) toma el pene
fláccido de su novio entre sus manos e insinúa una fellatio y la justicia
argentina prohibió que se continuara la exhibición del film.
Algo similar sucedió en 1973
a raíz del estreno de Ultimo tango en
París (Bernardo Bertolucci, 1972) en donde por primera vez la pantalla
grande planteaba las peripecias de una relación anal. Pero en esa ocasión la
película se pudo ver durante una semana para no volverse a exhibir hasta muchos
años después.
Ahora, a la distancia, estos
hechos pueden parecer graciosos pero fueron coletazos fuertes de la férrea
censura argentina de los ’70 y comienzos de los ’80.
Por suerte los tiempos han
cambiado y las tendencias sociales y sexuales han variado sustancialmente. Por
un lado, ya no se vive una censura tan devastadora y por otro, el sexo irrumpió
en la vida de tal manera que ya desborda por la ventana de la televisión.
Si bien el cine americano a
lo largo de muchos años ha sufrido las doctrinas morales de Ronald Reagan y
George Bush padre y en la actualidad los films están lavados de sexo, el cine
europeo cambió las reglas. En especial el cine francés que desde los comienzos
de los ’90 marcó un ritmo sostenido con la exhibición de escenas de sexo
explícito y, lo que es más trascendental, de la mano de una audaz camada de
realizadoras.
Rocco, la
primera audacia
Romance (Francia,
1998) fue la película que inició esta tendencia. Dirigida por una mujer,
Catherine Breillat, se anunció como “un ensayo porno artístico” y razones no le
faltaron. Lo protagonizaba Rocco Siffredi, el mayor semental que dio el cine
porno después de John Holmes y la directora anunciaba escenas con desnudos
masculinos frontales, penes en erección y algunas fellatios.
El film cuenta la relación
entre Marie, una maestra, y Paul, un modelo, que están tan aburridos el uno del
otro que deciden buscar nuevos amantes para recrear sus vidas. Así, Marie
inicia una autoexploración sexual y se deja amordazar, atar y esposar buscando
más que calidad la fantasía del tamaño. Al respecto cuando se le pregunta por
qué convocó a una estrella como Rocco, Breillat dijo “quería hacer una película
sin ninguna clase de censura, ni siquiera la censura que los actores se pueden
imponer a si mismos por cuestiones de vergüenza y en ese sentido Rocco es muy
carismático y capaz de moverse como un gato, era capaz de proporcionarle a la
película esa libertad que necesitaba”.
El actor italiano, haciendo
gala de un profesionalismo forjado en el sudor y las camas de los sets porno,
cumplió con creces. Los que lo vieron por primera vez y no sabían sus orígenes
quedaron embobados al ver un pene de esas dimensiones y mantener una erección por minutos con el
único estímulo de una cámara delante. Respecto a lo que buscaba la directora al
intuir el tabú y la verguenza de los actores el caso de Siffredi fue un claro
ejemplo. El curtido actor de cientos de films porno contó que cuando debió
rodar las escenas en que aparecía en erección trató de ponerse de acuerdo con
la actriz coprotagonista para iniciar la escena pero sufrió un rechazo directo.
Rocco contó que por primera vez tuvo que auto estimularse para filmar dado que
la actriz le manifestó “que no sabía como era su historia pero que ella no
estaba dispuesta a participar en nada y que se arreglara solo”.
El film tuvo valores
artísticos poco rescatables y fue destrozado por la crítica. Respecto de Rocco,
quienes lo conocían y aun los que no, opinaron cosas como que “su
interpretación demuestra que, además de su notorio carisma, el hombre también
puede actuar -a veces mejor que varios de los intérpretes convencionales que
aparecen en otras escenas-” (Diego Curubeto de Ambito Financiero) hasta que
“sólo así se explica que la directora haya contratado a un pésimo actor del
cine pornográfico -Rocco Siffredi- por las dimensiones de su pene” (Osvaldo
Quiroga de El Cronista) pasando por “si algo de porno hay en Romance es más que nada la presencia eréctil
de Rocco Siffredi, una de las stars más notorias del rubro” (Horacio Bernades
de Página/12).
Las cosas por
su nombre
Si bien se trató
de disimular el escándalo que hubiera provocado su estreno en el circuito
cinematográfico porteño, Fóllame (Baise-moi, Francia, 2000), o "Fuck- me" su título norteamericanizado, igualmente
llegó al público a través del video no oficial.
En esta realización nuevamente mujeres francesas ponen
manos a la obra y entregan un film rebosante de sexo explícito. La película,
que si se hubiese estrenado oficialmente en Argentina ¿se habría llamado
“Cogeme”?, fue dirigida por Virginie Despentes. Con 31 años, actualmente es
escritora y fue bailarina de
“peep-shows”, vendedora de “sex shops” y administradora de una casa de masajes.
La Despentes tuvo como colaboradora a Coralie Trinh Thi, una ex actriz porno
francesa. Y como protagonistas eligió a Raffaela Anderson y Karen Bach, dos
actrices dedicadas al mismo rubro que, además de encontrarlas ideales para sus
papeles, eran las indicadas para protagonizar las numerosas escenas de sexo que
hicieron que la película se quisiera censurar en Francia.
La historia cuenta cómo Manu y Nadine, después de ser
violadas, están dispuestas a vivir de manera rebelde y sin conceder tregua a la
sociedad con que se sienten enfrentadas. Deciden emprender un raid de sexo y
violencia y lo que empieza como un juego con un robo se convierte en una orgía
de sangre en la que ellas son los verdugos sexuales de los hombres con quienes
se acuestan.
El film, con un formato que lo
asimila al género de las “road movies”, emula las películas de Quentin
Tarantino (por la violencia desenfrenada) y a las de los mejores directores del
cine porno (por las escenas de sexo explícito). Alguna crítica especializada ve
similitudes con la legendaria Thelma y
Louise y Asesinos por naturaleza,
pero con excesos pocas veces visto en los circuitos de exhibición “normales”.
Los hombres son “asaltados” sexualmente antes de ser asesinados, los policías
mueren por pedir documentos y algún desgraciado es violado con el caño de un
revolver después de haber protagonizado un obligado “striptease” y antes de que
le disparen un tiro en el ano. Posiblemente Despentes haya tenido el objetivo
de utilizar el sexo para molestar, para incomodar, y lo logra con creces. Como
está presentado, salvo contadas escenas, no puede excitar a nadie porque se
muestra como un medio de dominación y despojado de un atisbo de ternura.
Entre el deseo y la perversión
Otro film embarcado en esta tendencia de mostrar sexo
sin concesiones y enmarcado en una producción tradicional es La profesora de piano (La pianiste,
Francia, 2001). Esta coproducción franco-austriaca dirigida por Michael Hancke
provocó un verdadero acontecimiento porque impactó a los espectadores que,
preparados para ver una película “culta”, asistían a una problemática y escenas
de sexo supuestamente relegadas al subgénero sadomasoquista del cine porno.
El film narra la historia de Erika (magistralmente
interpretada por Isabelle Huppert), una introvertida mujer de 40 y pico de
años, profesora de piano e hija única de una madre dominante y posesiva con la
que vive. Erika se dedica a la enseñanza pero tiene una faceta paralela
enmarcada en una sexualidad reprimida y busca satisfacer esa ansia de placer
con prácticas alternativas y poco comunes. Por ejemplo, ella asiste
cotidianamente y solitaria a cines pornográficos en donde se excita para luego
volver a su casa y masturbarse violentamente en el sentido literal de la
palabra. Esta aparente estabilidad y lacerante relación se rompe cuando en su vida
irrumpe un joven y audaz estudiante dispuesto a jugar los juegos sexuales que
le propone la misteriosa profesora. La sexualidad y pasión contenidas de la
mujer por fin parecen haber encontrado un receptor. Sin embargo, la desmesura
cada vez más desenfrenada de la relación desencadenará un final irremediable.
Una primera lectura del film ofrece las inquietantes
imágenes y eso ya es bastante. Pero un análisis subjetivo basado en la relación
de la protagonista con la madre –una máscara imperturbable de la actriz Anne
Girardot- que también contribuye a construir la conducta oprimida de Erika,
sugiere una ambigua mezcla de violencia y erotismo. Intuición que el espectador
confirma a partir de la escena en que ambas se acuestan sugerentemente juntas.
La crudeza del film agrega elementos a una película que recuerda otras como
“Atracción Fatal”, en las que el amor “fou”, el “amor loco”, ocupa el centro.
Una vuelta de tuerca
Finalmente, de la mano de un argentino residente en
Francia vino un film que redobló la apuesta. A principios de año se estrenó Irreversible (Francia, 2002) dirigida
por Gaspar Noé y protagonizada por la última “maggioratta” italiana Mónica
Bellucci. La película presenta una simple historia de revancha en la que el
protagonista quiere vengarse de la violación a que fue sometida su mujer.
Narrada de atrás hacia delante (como ya había sucedido con “Memento”) la
realización se regordea en la violencia y el desborde visual y sexual. Noé va
más allá y se anima con las herramientas y los códigos del cine pornográfico
elaborando un engranaje perfecto. La principal secuencia de sexo es violenta y
el director decide convertir al espectador en un verdadero voyeur. Así, la
curiosidad y el deseo de quien mira al principio puede que se sostenga con la
voluptuosidad de la Bellucci. Después, puede que continúe con la posibilidad de
ver sexo, aunque sea violentado. Pero al cabo de 10 minutos de una cámara fija,
el espectador se ve obligado a ver algo que se vuelve revulsivo como es la
serie de golpes y la dilatada sodomización de la protagonista.
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