jueves, 8 de agosto de 2013

JESUS FRANCO , EL FRANCOTIRADOR DEL CINE ESPAÑOL


A LOS 82 AÑOS Y CON CASI 200 FILMS REALIZADOS, MUERE JESÚS FRANCO UN ICONOCLASTA DEL CINE EN TODAS SUS FORMAS Y UN ABOCADO AL PLACER.
“Esta es una historia contada por un idiota, lleno de ruido y furia, que no tiene ninguna importancia”, recita Antonio Mayans, uno de los actores fetiche de Jesús Franco, en pleno arrebato políglota de variantes de la cita shakespeariana, al final de Al Pereira vs. Alligator Ladies, el testamento cinematográfico del cineasta, que llegó a los cines, en distribución limitada, el pasado 22 de marzo. Al fondo de la escena, un grupo baila caóticamente. Sigue bailando incluso después de que se apague el fondo musical y la voz del director haya pronunciado un casi inaudible “¡corten!”. La cámara se mueve hasta mostrar a un Jesús Franco a la izquierda del plano, que, tras disculparse con sus actrices, suelta un “Bueno… ya está” antes de un corte a negro que ya va a resultar definitivo. Al Pereira vs. Alligator Ladies es una obra capaz de lograr que lo que hoy se entiende por una película low cost parezca, por comparación, un trabajo sobre-producido: también es el testimonio de que Franco, fallecido hoy en Málaga a los 82 años debido a un ictus, ha seguido jugando y divirtiéndose hasta el final, logrando una síntesis crepuscular de su mitología, hecha de apropiaciones (los ecos residuales de Fu-Manchú), autoconciencia (el efecto Meninas de determinadas escenas y ese Al Pereira —personaje que encarnó el propio cineasta en Dowtown (1975)— reconvertido en carcamal moralista), erotismo deconstruido y, sobre todo, un placer entendido como principio rector. Y, también, Al Pereira vs. Alligator Ladies demuestra que, en la vida de Jesús Franco, ha habido ruido y furia hasta el final, aunque, de idiotez, más bien poca.


  
Jesús Franco falleció en la clínica Pascual de Málaga, donde fue ingresado el pasado miércoles tras sufrir un acv. Jesús Franco, fragmentos de una filmografía imposible fue el elocuente título del completo homenaje que le dedicó la Cinemateca Francesa en 2008, meses antes de que nuestra Academia de Cine reconociera su laberíntica e inabarcable trayectoria con un Goya de Honor. Etiquetas como la de rey de la serie B o inventor del cine casposo jamás podrán hacer justicia a la letra pequeña de una filmografía que, entre dobles versiones y montajes diversos para distintos mercados, rebasa los doscientos títulos.





EL CINEASTA DEL PLACER

Su opera prima, Tenemos 18 años (1959), fue un film manifiesto en el que ya se encontraba en potencia toda su poética: el gusto por la promiscuidad multigenérica y un irreverente espíritu pop que recorría por primera vez el cine español. Heredero local de esa mirada surrealista que detectaba en los géneros populares la fuerza transgresora de la libertad y el deseo —y, por tanto, directo ancestro de la cinefagia antijerárquica de un Quentin Tarantino que siempre ha confesado admirarle—, Franco fue capaz de citar a Louis Feuillade en una película con Lina Morgan —Vampiresas 1930 (1962)—, de sentar las bases del erotizado fantástico europeo de los años 60 y 70 —Gritos en la noche (1962)—, de remezclar escenas en blanco y negro de La última noche del Titanic (1958) de Roy Ward Baker con tomas a color de un orientalizado Christopher Lee, operando en su base secreta, en la inolvidable El castillo de Fu Manchú (1969) –donde el mentado castillo era, por cierto, el Parque Güell de Barcelona- y, con la complicidad de Jean-Claude Carrière, de convertir a Eddie Constantine, tan sólo un año después de que Godard reformulara su imagen en Alphaville (1965), en eco de Anacleto —el agente secreto creado por su querido Manuel Vázquez— en Cartas boca arriba (1966).



El trágico fallecimiento de Soledad Miranda en accidente automovilístico reforzó la aureola de culto de Las vampiras (1971), película que contiene la esencia del Franco más arrebatador, capaz de transformar una película de género en un hipnótico poema de amor fou. De la mano de la que fuera su gran musa, Lina Romay, el director siguió indagando por esos territorios en trabajos tan inclasificables como La Comtesse Noire (1973), que reivindicaban un territorio de ambigüedad entre el juego con los arquetipos del cine de horror y una poesía atmosférica, progresivamente desligada de lo narrativo.





La reciente edición en DVD de Vampir Cuadecuc (1971), el poema/ensayo en imágenes que rodó Pere Portabella durante la realización de El conde Drácula (1970) de Jesús Franco, da buena fe de la condición fronteriza de un creador cuya profunda cultura cinéfila no le impidió comprometerse con los géneros más desamparados de prestigio. Memorias del tío Jess, su libro autobiográfico publicado en 2004, dejaba claro que el fulgor de este niño eterno que decidió ser el Coyote, que aprendió a sacar ideas de las piedras de la mano de Orson Welles y que nunca se libró de ser tratado con condescendencia por sucesivas formas de papanatismo cinéfilo, no hubiese cabido ni en dos millares de páginas.







 EL CINE VA A DESAPARECER

Cuando Quentin Tarantino visitó España para presentar Kill Bill, Vol. 2 se lamentó de no poder gozar de la libertad sin límites de un cineasta como Jesús Franco y confesó que le encantaría poder rodar algún día "una película llena de chicas desnudas" como las que se acumulan en la ingente filmografía de este estajanovista de la serie Z y el cine de subgéneros. "La libertad para poder hacer todo eso me la he tomado por cojones", replica Jesús Franco durante su reciente visita a Madrid -"una ciudad que siempre me ha parecido 50 % Detroit, 50 % Villaconejos de Abajo"- para participar en una de las mesas redondas programadas en la celebración de la movida.



La cinemateca del Museo de Bellas Artes de Bilbao también ha rendido reciente tributo a Jesús Franco, al rescatar su película Estampas guipuzcoanas número 2: Pío Baroja (1958) y dedicarle un ciclo que se prolongará hasta el próximo día 16. "La libertad siempre te la inventas tú mismo, pegándote con medio país", prosigue Franco, "y yo todavía no he tirado la toalla. Ahora mismo tengo tres películas por estrenar que son cojonudas. Entiéndame, con todas las limitaciones que se quiera, pero mi discurso ha evolucionado y se ha hecho más puro, más bressoniano". Rodadas en vídeo digital, Snakewoman, La muñeca y Una para todas son las últimas entregas de una carrera que está a punto de alcanzar los 200 títulos.







Con el ímpetu de una auténtica película-manifiesto, su primer largometraje, Tenemos 18 años, abrió en 1959 una ventana de excentricidad en el cine español de la época: el cruce de géneros y la influencia de la cultura popular sentaron las bases de un discurso que reduciría al absurdo un buen número de mitologías ajenas y arquetipos. "Siempre me he considerado un músico de jazz que hace películas antes que un cineasta", afirma Franco. Fue hombre de confianza de Orson Welles durante el rodaje de Campanadas a medianoche (1965) y de él aprendió a sacar partido a todo tipo de limitaciones, fascinó a Pere Portabella en los inicios de la Escuela de Barcelona -de ahí salió Vampir Cuadecuc (1979), ensayo filmado durante el rodaje de El conde Drácula(1969), de Franco- y ahora ha abducido la atención de José Luis García Sánchez que, tras ofrecerle un papel en su futuro proyecto cinematográfico de adaptar los esperpentos de Valle-Inclán, prepara un documental sobre su figura del que ya lleva recogidas 180 horas de material. Empeñado en encontrar una forma para ese documental que sea tan poco académica como el propio Franco, García Sánchez anuncia su intención de estructurar la película bajo la inspiración del montaje sensacionalista y fragmentario del programa Aquí hay tomate,en el que el director detecta los lejanos ecos del heterodoxo filme-trampa de Orson Welles Fraude (1974). Franco y García Sánchez también trabajan en la futura edición por parte de la Fundación Autor de una filmografía completa y comentada del primero.




"El cine va a desaparecer de un momento a otro", pronostica Franco, "aunque el espectáculo va a continuar. Lo de la sala de cine con las luces apagadas, la cortina que se abre y el logotipo de la Metro Goldwyn Mayer tiene los días contados. Lo que le falta al cine de hoy son productores independientes del calibre de Mark Hellinger, que hizo clásicos como Forajidos (1946), de Robert Siodmak; Brute Force (1947) y La ciudad desnuda (1948), de Jules Dassin en tres años consecutivos. El autor era él. Como productor consiguió imprimir su sello a todos esos trabajos". Con todo, los recientes proyectos de Franco se han ido apartando del modelo narrativo del cine de género: "Estoy convencido de que quien llevaba la razón era Godard, que, para mí, es el elemento señero del cine moderno. El relato clásico no se puede estirar más".

La obra cinematográfica de Jesús Franco tiene un buen número de detractores que suelen considerarla como la quintaesencia del cine casposo: pobre, tosco y reiterativo. La aspereza visual de buena parte de sus trabajos parece darles la razón, pero sólo en apariencia. Frente a ellos, un cada vez más nutrido culto franquiano internacional estudia minuciosamente sus trabajos, recorridos por un espíritu libertario e iconoclasta que parece deberle tanto al Marqués de Sade como al Manuel Vázquez de los tebeos de Bruguera. El sello de DVD norteamericano Blue Underground acaba de lanzar al mercado una cuidada edición del díptico integrado por las películas El caso de las dos bellezas y Bésame, monstruo (1969). En España, Manga Films editó recientemente en DVD algunas de sus películas realizadas entre finales de los setenta y principios de los ochenta: Ópalo de fuego (1978),Sinfonía erótica, El sádico de Notre-Dame, Las chicas de Copacabana(todas de 1979) y El sexo está loco (1981).




















Nombres como los de Romina Power, Janine Reynaud, Ajita Wilson, Monica Swinn y, muy especialmente, Soledad Miranda y Lina Romay (sus dos grandes musas) acreditan su fama de erotómano: "Mi buen ojo para las actrices ha sido siempre instintivo. Cuando en mis películas hay una mujer que es una planta, ha sido porque me la han impuesto los productores. Siempre me ha gustado retratarlas y crear un halo de misterio alrededor de ellas", confiesa Franco. Las actrices Fata Morgana y Carmen Montes son los últimos descubrimientos de un creador que seguirá generando pasiones y odios, pero rara vez indiferencia."Siempre me he considerado un músico de jazz que hace películas", "Mi buen ojo para las actrices ha sido siempre algo instintivo"











Director, guionista, productor, actor, montador y músico, Jesús Franco es autor de una rica y variada filmografía de 180 películas de una temática única, mezcla de cine erótico y terror, ciencia-ficción o aventuras. Sus embates con la censura en España hicieron que a partir de 1966, muchos de sus rodajes se realizaran y exhibieron fuera de las fronteras del país, llegando a rodar ocho o nueve por año y alcanzando fama internacional.

Una selección de algunas de sus películas a lo largo de las décadas.


Su estrenó en el largometraje, en 1959, con Tenemos 18 años, un filme manifiesto en el que ya se encontraba en potencia toda su poética: el gusto por la promiscuidad multigenérica y un irreverente espíritu pop que recorría por primera vez el cine español. La historia muestra a dos adolescentes que parten en un viaje con la expectativa de vivir todo tipo de aventuras. Interpretado por Terele Pávez, Isana Medel y Antonio Ozores.


Tres años más tarde, en 1962, rodó el musical Vampiresas 1930, que tenía como protagonistas a los amigos Daniel y Tony y la artista de circo Carolina. Daniel es doble en escenas de peligro del cine mudo, mientras Tony toca el violín para ambientar a los artistas. Por su trabajo, comen gratis en un restaurante italiano donde un día entra Carolina, que está desempleada. Los dos la llevan a su pensión, donde viven artistas que esperan ser contratados. Con Antonio Ozores, Lina Morgan, Yves Massard, Antonio Garisa, Juan Antonio Riquelme y Mary Begoña.


En 1967, los encontronazos con la censura le frustraban cada vez más y decidió abandonar España para realizar Necronomicón. Una de sus más reputadas obras, la película intenta buscar el equilibrio entre la sensualidad y la muerte a través de la historia de la exuberante Lorna, stripper en uno de los más conceptuados nightclubs de Lisboa. Sus actuaciones tienen un gran éxito, pero ella empieza a dejarse influenciar mentalmente por su personaje y no consigue distinguir la realidad de la ficción. Buscar las causas de ese comportamiento se volverá una pesadilla para su mánager, Bill Mulligan. Con Howard Vernon, Jack Taylor, Janine Reynaud y Nathalie Nort.


Entre las películas lanzadas en 1969 se destaca El Castillo de Fu Manchú, una coproducción entre varios países. El enloquecido y obsesionado personaje principal amenaza al mundo con su nuevo invento: una peligrosa máquina que puede helar las aguas. Nayland Smith y el doctor Petrie se encargarán de seguirle la pista, una tarea dificultada por el hecho de que Fu-Manchu huye sin dejar rastros. Estrenan Christopher Lee, Richard Greene, Howard Marion-Crawford, Günther Stoll, Rosalba Neri,Maria Perschy, José Manuel Martín, Werner Abrolat y Tsai Chin.


Este mismo año se estrenó Venus in Furs, ambientado entre Turquía y Brasil. En Estambul, un trompetista de jazz encuentra en la playa el cadáver de una linda mujer a quien recuerda haber visto en una fiesta en la casa de un millonario playboy la noche anterior. Algún tiempo después, encuentra en Rio de Janeiro a una mujer idéntica a la asesinada. Interpretado por James Darren, Barbara McNair y Maria Rohm.


A comienzos de la década de los 70 estrenó Vampyros Lesbos, una coproducción germano-española que alcanzó fama internacional, especialmente en Inglaterra, Estados Unidos y Japón. En España, los recortes impuestos por la censura hicieron que la película resultara incomprensible para el público. El personaje principal, Linda Westinghouse viaja a la isla de Kadidados, donde es advertida de que la isla es un lugar de muerte. Obviamente, ella no se fía del aviso y cosas raras empiezan a pasar.


La tumba de los muertos vivientes es una coproducción con Francia lanzado en 1983. La película está ambientada durante la Segunda Guerra Mundial, cuando una patrulla del ejército de Alemania transporta un cargamento de oro valorado en miles de millones, pero un comando inglés les monta una emboscada en un oasis y mata a todos los militares. La leyenda dice que quién se acerca al lugar no regresa nunca.


El grupo de punk rock Killer Barbys protagoniza Killer Barbys vs. Dracula, grabada por Jesús Franco en varias ciudades de Andalucía y lanzada en 2003. Enseña como el Conde Drácula es llevado de Transilvania a España para una campaña publicitaria y despierta del sueño tras escuchar la cantante de Killer Barbys, dando inicio a un terrorífico juego








Agradecimiento especial a Jordi Costa 



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